De: jaime aristizabal <icaro.8@hotmail.com>
Asunto: EL ARTÍCULO DE JAIME ARISTIZÁBAL SOBR EL PADRE JESÚS MARÍA RINCÓN ROJAS
Para: jorgealbertobaron@yahoo.es
Fecha: viernes, 7 agosto, 2009 10:52
PADRE JESÚS MARÍA RINCÓN ROJAS
Por: Jaime Aristizábal Correa
En enero de 1975 asume nuestra parroquia, San Francisco de Sales, un joven presbítero, el Padre Jesús María Rincón. Llega con todo un caudal de libros y discos de acetato. Su carácter serio y adusto.
Gran catequista, excelente autodidacta, consagrado lector, ameno conversador, portado de un sutil humor negro, elocuente comunicador, satírico apuntador, profundo predicador, evidente intelectual, consagrado pedagogo…
De difícil temperamento, con el genio propio de los genios. Todo su mundo era inmensurable e inagotable. Era directo y de una sola pieza. En él no había ambigüedades ni equívocos.
Como autodidacta que fue, mantenía una su constante preparación. Era supremamente actualizado y muy versado. Siempre estaba en la búsqueda de una nueva publicación. Su biblioteca personal era admirable.
Muy organizado, estricto en sus determinaciones y coherente con sus convicciones. Con todo era muy sencillo y austero, De muy buen gusto estético y de enorme practicidad.
Organizó la liturgia, los acólitos y los grupos de apostolado. Institucionalizó el Consejo Parroquial, fomentó la constitución de los Ministerios Laicales y planeo distintas formas de participación en la vida de la Parroquia. Elaboró cartillas propias para la preparación de los sacramentos (Bautismo, Comunión y Confirmación). Permitió la animación en las Eucaristías.
Trabajador inagotable. Siempre estaba ocupado y mantenía un rígido horario. Puntual como ninguno. Dinámico y muy informado. Tenía mucha claridad kerigmática y toda su predicación estaba muy ligada a toda esa pastoral de los signos de los tiempos. Se entraba con mensajes de vida y nos dejaba pensando.
En el Colegio Parroquial, fue todo un innovador. Como rector fue un hombre de gestión. Como maestro fue el mejor y más preparado. Cercano y facilitador. Siempre preparaba sus clases y se esmeraba en imprimir, él mismo, en el mimeógrafo, cualquier guía para sus estudiantes. Exigente y comprometido como ninguno. Sus clases de filosofía eran verdaderas cátedras. Inculcaba la investigación y la lectura.
Siempre fue muy familiar y se dejaba invitar para compartir. Sabía compartir de verdad. Supo congregar alrededor de la Parroquia toda la gama de la feligresía activa y colaboradora.
Amante de la buena música y de la música clásica. Tenía su gusto melómano muy refinado. Siempre tenía un conocimiento para compartir o una idea para debatir.
Su raíz y procedencia sencilla y simple le dio muchos principios y valores. Su formación disciplinada e íntegra le dio una personalidad fuerte y fundamentada.
Poco emotivo para participar en festejos y celebraciones en donde él fuera protagonista. Sabía quedar bien con su ausencia.
Aquí en el barrio aprendió a conducir. Y aprendió a ser párroco. Coincidencia en el arte de saber conducir y lo hizo de la mejor manera.
De él aprendí grandes enseñanzas para la vida y siempre lo recuerdo como una de las personas que más de ha aportado. Guardo para el Padre Rincón una gratitud muy grande. Se supo ganar el aprecio.
Nunca me importaron sus cargos anteriores y posteriores, ni cuando se fue a Europa. Al Padre Jesús María lo ubico en el contexto del barrio Ciudad Jardín Norte de finales de los años setenta. Fue un hombre de la época sin ningún extremo. Moderado y con carácter. Un gran Quijote sin Sancho y sin Rocinante: batallador solitario y fuerte.
En enero de 1981 dejó la Parroquia San Francisco de Sales para irse a profundizar sus conocimientos en la Universidad Gregoriana de Roma, llevando una vida de austeridad franciscana.
Su súbita muerte me sorprende enormemente. Siempre lo vi vigoroso y fuerte. Tenía mucho para seguir aportando y dando de sí.
Jesús María, tu memoria está en la nuestra y tus enseñanzas serán siempre tenidas en cuenta.
Fuiste mi maestro, mi amigo y mi guía en el momento más indicado de mi existencia.
Que buena es la vida que en uno de sus meandros nos permitió el encuentro.
Que grande es la vida que te hace perenne y trascendente al evocarte.
Sacerdote entrañable y entregado. La gloria sea tuya eternamente.
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